Poesía

La línea

En las profundidades del universo
lenguas de fuego
construyen la línea.

Los brotes de la primavera
la estiran y la miman
y le ponen alas 
en sus zapatillas.

Cuando llega el verano
ella quiere ser orquesta
canción y guitarra
entonces se estira
salta y baila.

Y cuando aprende a volar
recorre todos los escenarios del mundo,
cruzando ríos y montañas.

Dibujando en lo más alto
de las ciudades
sueños llenos de música.

En otoño la línea se precipita
cayendo a borbotones
sobre la hierba
que la mantiene fresca y viva.

Y en invierno con la llegada
de las primeras nieves
la línea se disipa, 
se dispersa y muere.

La alondra

Vuela la alondra 
mide la tarde.

El río pasa
cuenta los árboles.

Suenan las campanas
dicen que ha muerto alguien.

Baja la alondra
desde los aires.

Mi muerte sabe.

A orillas del Órbigo

A orillas del Órbigo
una garza estrena la tarde
mientras las aguas del río
bañan su plumaje.

A orillas del Órbigo
una trucha salta por el aire
mientras los negros vencejos
acarician el cauce.

A orillas del Órbigo
las libélulas se abrazan inquietas
mientras las ocas del río
avanzan por la sombra.

A orillas del Órbigo
dos tórtolas caminan altivas
mientras el musgo 
las acaricia y mima.

A orillas del Órbigo
mi cuerpo estalla en suspiros
mientras la frágil memoria 
se pierde entre los rápidos
que adormecen mis sentidos.

Éxtasis

Ya encontraron los dioses su estatura
para estar entre el musgo de sus caricias.

Ya es un tacto de nieves y pupilas
el sosiego de dos seres enamorados.

Existe la ternura, hierven tactos,
estallan como abrazo, como chispas los deseos,
reposan en las cumbres los asombros,
se inquietan sus relojes
que sufren, se esfuerzan y sonríen.

Se fatigan los vientos en sus curvas.

Existen los espacios en el cosmos
con sus exactitudes y sus furias serenadas.

Ella es la plena mansedumbre,
él un remanso de campanas
que llegan y llegan
a la altura de sus montes y laderas
por donde la escarcha del hombre se deshiela.

Pulsos, quejidos comenzados,
se estremece la carne
sus engranajes que respiran,
se retuercen y sonríen.

Se congregan las llamas verticales,
ascendiendo hermanadas al éxtasis.

Ave fénix

Truenos, relámpagos
auroras boreales.

La tarde se enciende
entre cañaverales.

Lenguas de fuego
se agitan por el valle
mientras la tierra revienta
por el fondo de su cauce.

En lo alto de la colina
lenguas de fuego 
modelan su cuerpo
mientras la fragua del tiempo
escribe su linaje.

Plumas, alas y pico
el ave fénix renace.

Mientras el hombre
se aferra a sus garras
y a su plumaje.